Generación Random

Los miércoles de las Fiestas Patronales de Vila-real son un poco sosos. El presupuesto gordo en toros se gasta el martes, comprando y drogando a 250 astados para que el pueblo disfrute de su compañía. Así que el miércoles sólo queda la morralla. La noche anterior, mientras los 249 toros supervivientes de la jornada duermen, todo el pueblo se reúne en la Vila para apalear y matarlos a todos, a traición, pero sin causarles dolor. Golpes secos, con palos con una tacha clavada. Así que el miércoles sólo quedan los pocos animales que no murieron en la matanza de la noche. Sólo sobrevivieron dos toros, uno tenía los ojos atravesados por clavos y todavía sangrantes, el otro, no tenía piernas. En ese estado, los animales son perfectos para las corridas infantiles. Así que el pueblo disfraza a los niños de pequeños toreritos y los suelta en la vila para que pinchen a los toros agonizantes, sin casi riesgo para los niños. El hijo del alcalde se flipó mogollón y se puso a graparle billetes de 50 euros en la cabeza